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Autor: Rocío Gevaudan Infante

Futura cineasta. Escritora aficionada. Me gusta la ciencia ficción, Lovecraft, Lars Von Trier y Blade Runner, los días de lluvia, dormir y leer.

‘Mare of Easttown’: la genialidad se disfraza de drama policial

'Mare of Easttown' es ya la serie del año

En un atardecer pueblerino, de colores grises y tonalidades que recuerdan a Lynch y las miserias que suceden tras las vidas de vecinos comunes y corrientes, tras la imagen de gente que corta el césped en sus casas, un loco suelto que corre por las calles sin rumbo, un hermano que se droga y adolescentes que se prostituyen perdiendo la inocencia e incluso la vida, en un escenario en donde el duelo combate a la par con los deseos de amar, sanar y reconstruir, se teje la historia de un personaje quebrado, en permanente caos y alerta que busca a regañadientes reconciliarse con el mundo. Mare of Easttown, es Kate Winslet, la policía del pueblo, querida y respetada, la que desenreda los entuertos, dramas familiares y robos, mientras debe lidiar con sus propias dificultades y las pesadas cadenas que ha dejado la muerte de uno de sus hijos. Todo parece cotidiano, hasta la noche en que Erin (Cailee Spaeny) es asesinada. La muchacha, cuya relación con Dylan ( Jack Mulhern) el padre de su hijo es para nada cordial, es encontrada a las afueras del pueblo citadino, escenario que susurra cual fantasma del pasado trayendo de regreso la desaparición de otra joven, Katie, perdida en Easttown hace un año.  Tras el impacto de los hechos, se le asignará a Mare un compañero, Colin Zabel (Evan Peters), joven detective, vivaz y aplicado. Los miedos y los pecados en la trastienda de la comunidad, deberán enfrentar una lucha cotidiana que involucra desenterrar demonios y culpas.

El director, Craig Zobel, toma las riendas de la historia del guionista y creador Brad Ingelsby, para mostrarnos lo que existe bajo la piel rasguñada de una comunidad como cualquiera, en un armado argumental equilibrado al detalle. El quehacer cotidiano, el día a día y la vida de las familias y vecinos, serán el punto de partida a una serie de eventos, a una trampa que contrasta con las apacibles apariencias. No es necesario repetir lo que tantos han dicho. Sin embargo, cabe reafirmar lo que deambula por Internet: la serie, es lo mejor del año, por el momento. Y ya se subirá al merecido podio al final. Dicho esto, comentaré algunos de los aspectos más interesantes de la misma.

Podemos señalar tres puntos destacables en la construcción de la historia. Toda la narración está basada en el arquetipo clásico del misterio, poniendo de cabeza a investigadores y ciudadanos. Mare of Easttown, es un drama policial, en donde somos testigos de un cruento asesinato. En segundo lugar, nos instala en el proceso evolutivo del duelo. En la manera en que colocamos hielo sobre las heridas, intentando sepultar una culpa sobre otra. Aquello, termina por establecer un círculo vicioso de dolor y conformidad. Esta punta de lanza, se clava en la tierra para señalar el territorio de una nueva  travesía : una última estación representada por la despedida, los abrazos apretados alrededor de la casa, el confortable terruño, aquel paraje que amamos y que debemos abandonar en busca de los sueños. El hombre amado, que brinda paz y calor, la hija que anhela un nuevo comienzo, el pequeño que acarrea las debilidades de los adultos y que paga por ellas, el muchacho valiente que deja la vida haciendo lo que ama y le dicta su determinación. Todo acaba en la partida, dejando huellas y moralejas. Estos conceptos, se aparean y germinan para dar a luz a la transformación. El viaje del héroe, en un introspectivo descenso que lo transporta a la senda de  la paz definitiva.

Uno de los puntos fuertes de 'Mare of Easttown' es un reparto de auténtico lujo

El ritmo del guion, los intervalos constantes, las pausas y los diálogos. Todo se cohesiona en favor de la crónica. Sin embargo, no lo hace a través de la típica explotación del crimen y sus aristas. En Mare of Easttown, la muerte es el objeto del que se vale la narración para contarnos la verdad, una trama que bucea en las almas desnudas, en los pecados y en las culpas, en los secretos de los personajes y la manera en que todos se conectan y evolucionan. Aquel relato coral, se vale del carácter particular de sus protagonistas. Rudos, alegres, perdidos o locos, todos nos impactan, cada uno partícipe de un rol determinado.

A pesar de utilizar evidentes estereotipos, las magníficas actuaciones, potencian las funciones y roles de los personajes. Aún estando equivocados o  desnudos de moralidad, funcionan como las piezas de un lujoso reloj, siendo grises, dubitativos, capaces de amar de manera bestial, o dispuestos a ocultar la más sórdida de las verdades. La crueldad de la vida se alza frente a ellos. No se trata de la  miel que brota de los panales. Es la miel de la tragedia, salpicada de momentos maravillosos y nostálgicos. 

La fotografía y los escenarios, con sus paletas otoñales, duras y sobrias, evocan nostalgia. Hay un aire de redención, atardeceres melancólicos y un borboteo desnudo de animales en peligro, en donde planos y pausas se utilizan con sobrias y cuidadas intersecciones. No hay lagunas ni sobreexposición. Se desarrolla con lúcida y fresca narrativa, siendo entretenida, emotiva e irónica, llevándose la dicha y la satisfacción del televidente. Su simbología, determinante y fructífera, nos transporta hacia  la matriz en donde madres e hijos permanecen atados a pesar de la desolación, las fracturas y los pecados.

Kate Winslet y Guy Pearce repiten en 'Mare of Eastown' tras otra mini serie de HBO, 'Mildred Pearce'.

Mare of Easttown, es una bulliciosa metáfora sobre la familia y la cuna, el nido de pájaros que representa la crianza, la entrega desinteresada e incondicional de la madre, con la misión de  proteger y procurar la madurez. Es un viaje hacia la aceptación. Despejando piedras en el camino, sus personajes imperfectos, caen y se levantan sobre un suelo arenoso en una doble moralidad, que pretende sostener lo que está por derrumbarse. Desde la cotidiana ironía, lo hogareño y lo afable, hasta la cruda  e inevitable visita de la muerte, es la bala que se queda en un árbol impávido, ahogado en el grito sordo de las víctimas. Una lúcida alegoría que nos habla de la inocencia, lo impredecible y catastrófico con una ambigua pureza que sobrecoge y sorprende.

¿Correcto o incorrecto? ¿Moral o inmoral? ¿Con qué vara medimos la decencia y la virtud en los seres humanos? Al final, todo queda subordinado a la experiencia y el aprendizaje. Mark Burton, diácono del pueblo, dirá al finalizar: ¿Porqué irme de aquí? Este es mi hogar. Porque, es eso lo que buscamos: echar raíces y germinar,  pasando pruebas y obstáculos. Bienaventurados los imperfectos. Suerte para ellos.

Mare of Easttown está disponible completa bajo demanda en HBO España.

‘The Nevers’: Las pretenciosas heroínas de la época victoriana

The Nevers, una de las últimas apuestas de HBO, ha concluido su primera temporada con un tibio resultado, mezclando aventuras, misterio y fantasía. Esta vez, inmersos en el Londres de la época victoriana, carruajes de caballos y damas de elaborados y enormes vestidos. Su director, Joss Whedon, ha optado por una representación saturada y un tanto caótica del universo femenino, en donde corta, copia y pega tópicos tradicionales para fundirlos con el cómic, los superhéroes y la novela negra detectivesca, homologando estos géneros con un resultado dispar.

Este enjambre pintoresco de personajes, narra la historia de un grupo de mujeres con poderes extraordinarios. Algunas, sobresalen en habilidades, ingenio y destreza , mientras otras, son simples herederas de alguna característica especial. Su protagonista, Amalia True (Laura Donelly) lidera a este grupo de exiliadas mientras busca respuesta a las recurrentes visiones del futuro que la aquejan. Siempre al lado de su fiel compañera Penance Adair (Ann Skelly) una joven inventora que experimenta con artefactos adelantados a su época. Juntas, van tras la pista de una estrafalaria asesina conocida como Maladie (Amy Manson) quien pretende desatar el caos entre policías y señores de la política. Mientras tanto, el rudo y tosco detective Frank Mundi (Ben Chaplin) intenta detener la oleada de crímenes y desentrañar el misterio que rodea a las Tocadas, aquellas personas que luego de un suceso enigmático y celestial, han adquirido este tipo de cualidades inexplicables.

La serie destaca por un acabado elegante y una hermosa reconstrucción de la época, con buenos escenarios, una lograda ambientación y un aspecto que nos sumerge en los grises crepusculares del 1800. Un esplendoroso vestuario y una atmósfera sobria decantan sobre un tono entre callejero e industrial, aspecto que contrasta con los escenarios lujosos de la clase alta y dominante de aquel período de la historia.

The Nevers, se construye sobre un linaje de personajes segregados, marginados que desean un sitio en el mundo, respeto e identidad. Es un discurso que plantea una herencia tradicional, aquella que nos habla del héroe y su destino, de las dudas y la aceptación, el miedo y el valor. No obstante, es también un manifiesto. Utiliza para esto un lenguaje metafórico, representando a las fuerzas del bien y del mal en polos opuestos, en diferentes escalones, en un mundo dominado por el hombre y la política. La mujer, es una esclava de la modernidad, una exiliada de la revolución, en busca de reconocimiento. Dentro de ella, late la semilla aterradora de la emancipación, un aura feminista inaceptable para los nobles, quienes temen por la caída de las instituciones y las normas. Las Tocadas, representan el cambio. Una amenaza a la sociedad que debe ser silenciada.

Interesante cuestión, a pesar de tratarse de un tópico repetido. Entonces, si el relato se desnuda y parece redundante: ¿Qué cosa nos queda? Pues, quedan siempre los extras. Los giros y la acción. Aquí, la serie se esfuerza por imprimir energía, con algunas peleas y regulares coreografías. Sin embargo, al final, son tenues reflectores. La narrativa se endurece, tambalea y cojea, porque no logra mantener el misterio ni la tensión. Los diálogos, demasiado extensos y confusos, hostigan y se eternizan, muchas veces gratuitos y carentes de peso. The Nevers, es prisionera de un guion que parece experimental. No logra establecer una temática sugerente, siendo sólo una cadena de eventos dispersos, huérfanos de horizonte, con una trama enmarañada que poco ayuda a la acción. Hay episodios que parecen una especie de teatro, donde las escenas se alargan, conversación tras conversación, agotando al espectador. No existen enfrentamientos que te erizan los pelos, ni adrenalina que te mantenga al borde del asiento. Para enladrillar sus paredes, intenta a ratos potenciarse con recursos humorísticos y momentos emotivos, que terminan en tibias muecas actorales. Te da un dulce y al rato, te lo quita de la boca, no consigue atraparte merced a sus baches argumentales y su ritmo. Por otro lado, los villanos, son simplones y burdos. La mayoría de ellos, carecen de motivación, son planos y titiritescos, como en el caso de Maladie, que desquicia con su parafernalia circense y obsesiva. Los demás antagonistas, pululan con sus trajes y conversaciones aburridas, o juegan a interpretar el papel de grotescos malhechores o locos.

Como plato de fondo, una vuelta de tuerca en el último episodio, no hace más que meter más serrín en la chaqueta. Saliendo de un bucle, digno de Einstein, se instala como la nave de un hombrecillo verde en la trama. No haré spoilers sobre el asunto, pero advierto que dejará más cuerda para desenredar, por lo que podría gustarte o enojarte de veras. Aún así, se agradece que establezca una secuencia lógica de los hechos, después de 5 capítulos viviendo en el limbo. Es cierto, coloca nuevos elementos que podrían augurar una mejor continuidad. Sin embargo, a mi parecer, se juega con demasiados abanicos posibles. Demasiadas cosas en un saco que amenaza con romperse.

Con buenas actuaciones, sin ser espectaculares, si quieres encontrar el fuego de Prometeo, difícilmente lo hallarás. Con un poco de recorte, más acción y sobre todo, un guion equilibrado, reconciliarme con las damas, no sería descabellado. Podrían hasta gustarme con sus artilugios y empoderamiento. Al final, The Nevers, puede ser una galleta acompañada de un té. No es nada grandilocuente, pero aplaca la soledad. Si estás dispuesto a saltar todas sus fosas, no creo que te aburras. De paso, te deleitas con sus bonitos vestidos victorianos.

La primera temporada de The Nevers está disponible completa bajo demanda en HBO España.

‘Servant’ T2: Humor negro, rituales y suspense

Este artículo contiene spoilers de las dos temporadas de Servant

Antes de la decadencia del cine de terror, antes del reciclaje, los jumpscares y los monstruos que dan más risa que miedo, hubo clásicos inolvidables y ganas de crear historias de calidad. El horror de nuestra época ha llegado convertirse en un género desprestigiado, uno que ha costado bastante reflotar y que merced al atrevimiento de algunos nóveles directores, ha vuelto a reencantar a los fanáticos acérrimos de lo  oculto y perturbador. Arrastrada por la corriente de estas renovadas ideas, Servant es un híbrido que se saborea como los deliciosos platillos del mejor de los cocineros.

Estrenada en 2020, por Apple TV+, nos regala lo más sólido de la filmografía de M. Night Shyamalan, creador de Sexto Sentido, Señales y El Protegido, quien acompañado de Tony Basgallop, da vida a la enigmática historia de los Turner, un matrimonio compuesto por un Chef de renombre y una vivaz reportera quienes pierden a su hijo en circunstancias macabras. Este pequeño, reemplazado por un muñeco debido a la hecatombe mental de la madre, volverá a llorar y a patalear cuando irrumpa en sus vidas el personaje de Leanne (Nell Tiger Free) una joven misteriosa contratada como niñera. La historia es un cuento fantástico sobre sectas y seres que vuelven de la muerte con la misión de servir a familias desesperadas. La desaparición de la muchacha y la pérdida de Jericho (bebé de los protagonistas) terminarán por cerrar la primera temporada, dejando a la pareja abatida y confusa. 

Un tiempo ha pasado y el imaginario regresa con diez nuevos episodios,  siendo igual de adictiva sobre la base de la ingeniosa mezcla de géneros que conviven en la obra. Servant, no es sólo misterio, es un abanico de posibilidades: humor negro, tragedia, thriller psicológico y enredos. Todo sobre la base de un acto coral reducido y brillante, con sólidas actuaciones y personajes queribles.

En esta nueva aventura, Sean (Toby Kebbel), Dorothy (Lauren Ambrose) y Julian (Rupert Grint) buscarán incansablemente a la desaparecida sirvienta, creyendo que tanto ella como su inquietante tío George (Boris McGiver) son responsables del rapto. La serie sale a ratos de la claustrofóbica casa de los protagonistas. Sin embargo, sigue transcurriendo mayormente en el hogar. Dicha casa es el útero que contiene la tragedia entre sus paredes. No obstante, este monolito sacrosanto se fractura para volverse caótico y asfixiante. Este aspecto simbólico, se une a otros como la comida, elemento asociado a la transmutación. Los animales sacrificados, renacen sobre la mesa como si fueran ofrendas preparadas por Sean. Servant se nutre de la ritualidad, las artes mágicas y el dogmatismo. Un cristianismo penitente, reglamentos sectarios y el miedo a la autonomía son recurrentes en la historia, así como la inmaculada virtud de la joven. La virginidad, el apetito sexual e incluso el amor, son actos pecaminosos y por ende prohibidos.

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Bajo este punto de vista, los Turner, socialmente exitosos, se transforman en pálidas representaciones de lo que fueron, incapaces de procesar lo sucedido en el pasado. Involucrados en situaciones absurdas y disparatadas, son actores de una obra montada sobre la mentira. Luego de idear una serie de planes, llegarán hasta el paradero de la enigmática sirvienta, la que será secuestrada y encerrada en la casa. Mientras tanto, una grieta en el sótano se abre y agiganta. Pugna por revelar la horrible verdad. Como si gritase desde el fondo de la húmeda tierra. Allí,  la cordura se evapora y los insectos deambulan. Dorothy, colapsada por la situación, vivirá episodios psicóticos y violentos. Leanne, encerrada en el ático bajo la silenciosa mirada de un pulcro maniquí, será víctima de sus ataques. Estresada por la situación, agotada y aburrida, decide sepultar la figura de una madre malvada y narcisista mientras renuncia a los mandatos de la secta a la que pertenece.

En este punto, logra conectar con la agonía de los Turner y decide ayudarlos. La honestidad con la que desean el regreso de Jericho y la firme decisión de la madre del bebé quien está al borde del suicidio, logran su cometido. A pesar de que sus actos sean más que cuestionables, conseguirán la redención para reconciliarse con la joven. La promesa de una nueva y auténtica familia, terminará por unirlos a pesar de las consecuencias. La sirvienta, utilizará sus poderes para devolverles la felicidad asumiendo el castigo.

Servant se nutre de un espíritu urbano y moderno e incorpora elementos propios de la leyenda. Tiene un aire rural, un folk horror de personajes extraños e inquietantes siendo un cuento que entretiene, con sus idas y venidas. A pesar de redundar y de perder contundencia en uno o dos episodios, de igual modo te agarra con sus pálidas manos.  La tradición de los muertos y el puente que los une con los seres humanos, sigue siendo atractiva pues se utiliza con ingenio. La tierra y el cielo, pactan como lo hace el diablo con sus fieles. Leanne evoluciona y se fortalece al romper con el contrato y yendo en contra de sus tíos. La guerra se avecina y termina siendo inevitable.

Un show espeluznante, una comedia de horror, un thriller psicológico, una rara novela o mito contemporáneo: Servant es un pulpo de largas y ventosas extremidades. Una buena medicina para los días de encierro. Pues, que siga adelante. Nos merecemos la extrañeza y la endeble salubridad mental de sus historias. 

‘Allen vs. Farrow’: un final ‘made in Hollywood’ (o no)

Mia Farrow y su hija Dylan exponen el caso 'Allen vs. Farrow', en HBO España

Cuando los documentales apelan al sensacionalismo, pueden resultar en adictivas historias a pesar de sus falencias, o caer en la mediocridad siendo pálidas expresiones de los acontecimientos. Allen vs. Farrow, es un poco de aquello. Trozos dispersos que buscan sobrecoger, generar rabia o empatía pero que acaban convertidos en una antojadiza representación.

Kirby Dick y Amy Ziering nos remontan al año 1992. Woody Allen, galardonado director, es acusado por Mia Farrow, su novia y actriz, de abuso sexual. La víctima, su hija adoptiva, Dylan, de cinco años de edad. Los tabloides, privilegiados testigos de aquella época, fueron espectadores activos de este melodrama judicial, una sórdida historia de acusaciones y demandas entre reconocidas y exitosas estrellas de Hollywood. El también escritor, hacía pública entonces su inaudita relación con otra de las niñas adoptadas por Mia, Soon Yi-Previn, lo que terminaría por colocar toneladas de carbón en el fuego incandescente. Finalmente, Allen sería exonerado y declarado inocente del cargo imputado. Luego, en un juicio posterior terminaría perdiendo la custodia de sus hijos, la que había reclamado acusando a Farrow de incapaz y de manipular a su retoño para que inventase lo del abuso.

Un par de décadas han pasado en un mundo sobresaltado y dominado por Internet. En un afán correctivo, hombres y mujeres han abandonado el conformismo para pavonearse en las calles con el fin de censurar, clausurar y cancelar todo acto considerado incorrecto o extremista. Aquel clamor popular ha sido liberador y más que necesario. Sin embargo, hijos míos: a veces las cenizas huelen como las hogueras encendidas en Salem. Existen grises en el mundo. Y no todo justiciero es un hombre venerable. Extrapolando esto a la televisión, este fenómeno se instala y se expande como la gripe, cuestionando los hábitos de la poderosa industria del entretenimiento. Secretos y conspiraciones, vicios y crímenes encubiertos por señores de cuello y corbata, son platillos cotidianos. 

Ronan, Mia y Dylan Farrow en una imagen de 'Allen vs. Farrow'

En Allen vs. Farrow, esta fórmula constituye el meollo del asunto. Establece el poder, personificado en un ente todopoderoso y brutal que se encarga de tapar oscuros asuntos, protegiendo a los suyos. El documental actualiza (o pretende actualizar) lo que ya conocemos. Las versiones del hecho se vuelven a explicar entre testimonios y charlas. Sin embargo, desde el principio tropezamos con una premisa evidente. Allen, no existe. Existe Farrow. Las amigas de Farrow y los testimonios de los Farrow. No hay nuevos aportes. Tampoco revelaciones. Sólo la palabra del clan involucrado. Aquella exclusión de uno de los intervinientes, genera molestia pues la exposición de los acontecimientos se vuelve unilateral. 

Los dos primeros episodios son un crisol de declaraciones que pretenden argumentar y dar claridad a los hechos, los que terminan en especulaciones a pesar de que se esfuerzan en dar vívida credibilidad. Especial atención merecen las asociaciones realizadas por escritoras o cronistas de espectáculo que han seguido y estudiado la obra de Allen, los que establecen un nexo entre la obra del autor y la vida real (¿?) pasando por alto, sin arrugar una ceja, que la literatura es ficción, que se constituye de la imitación y la verosimilitud con nuestro mundo pero que no representa una prueba criminal o es suficiente para diagnosticar algún tipo de trastorno o inclinación. Curioso, en verdad. No hay duda de que tenemos a un adulto atípico y extraño. Su carácter y personalidad siempre han sido particulares. Pero, si vamos a catalogar a la gente por sus actitudes, los Farrow tampoco son un modelo de normalidad. Conforman una especie de aldea sectaria, llena de hijos adoptados que viven como hippies en un mundo feliz. También hay tela que cortar en la atalaya de la actriz. Y aquí no se habla de los aspectos turbios de la familia, también conocidos a través de la prensa. Las razones del quiebre que termina con Soon-Yi (actual esposa de Woody) desvinculada de su madre, carecen de versiones actualizadas de la contraparte. Tanto ella como Allen, se han negado a participar. Tampoco hay mucho de Moses (Moses Farrow), uno más de los niños distanciados de Mia quien sigue apoyando tajantemente a su padre alegando maltrato y golpes en el hogar. Tampoco se mencionan los hechos que llevaron al lamentable suicidio de otros dos hijos adoptados. Y podríamos seguir aludiendo a diversas historias y notas. Como vemos, hay mucha nebulosa en torno a los protagonistas. Demasiada, a mi parecer. 

Foto familiar de Woody Allen y Mia Farrow con sus hijos

Los episodios finales, especialmente el tercero, se empeñan en estructurar un piso firme y contundente, sin conseguirlo. Evidencian la pobreza del material utilizado. Sólo hay audios entrecortados, grabaciones que podrían ser o no modificadas y algunas notas pequeñas que parecen irónicas por lo breve que son, en una obra que se construye sobre la única visión de las víctimas (supuestas) de esta tórrida historia. Acaba siendo un melodrama cruel de la realidad, porque no logra convencer y se vuelve una guerra de todos contra Allen. Finalmente, con encuadres tristes y melancólicos, vemos a Dylan reviviendo el abuso de antaño. Su relato es reflexivo, ajeno a datos escabrosos y solidario en su retórica. La joven, opta por establecer un nexo con el mundo para convertirse en referente de otras mujeres violentadas. Hay rabia, trauma y dolor. Pero, todo controlado, para no pecar de amarillismo. Es casi conciliadora, protegida por el hogar y  los brazos de su cónyuge. Esta joven, manipulada por su madre, imaginando lo sucedido o narrando la verdad, plantea una pregunta difícil de responder. Todo apela a nuestra percepción, enteramente subjetiva. 

Desde mi océano de expectativas, visto el total de la serie, se torna insuficiente. Algo evita que puedas empatizar con el relato. Posiblemente, la intención. La forma de construir y mostrar las evidencias. Los testimonios. Las teorías. Se siente como caminar dos horas sobre la arena. Para terminar fastidiada y con los tenis llenos de piedras. 

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Allen vs. Farrow, se olvida de la rigurosidad. Se viste de bondad para manipular  las emociones y la percepción del espectador. Es unilateral, desbalanceada, capciosa y especulativa, repitiendo la premisa de algunas predecesoras pero sin dar en el clavo. Peca de exacerbar presunciones y comentarios empujando el carro hacia un lado, sin un ápice de culpa. Y lo hace a propósito, porque así lo decide. Lo que es indiscutible, es la cortina que se niega a desaparecer con los años en donde cada contrincante ha permanecido inalterable, a costa de estropear la vida de unos niños que han crecido bajo la sombra de la  lucha y el resentimiento. Hay destrucción por donde se mire. Seguramente, traiciones. Venganza. Desamor. El colapso de un idílico sueño hollywoodense. Y, como cita el documental, seguramente jamás sabremos lo que ocurrió. Bueno o malo, juzgue usted por su cuenta. Podríamos debatir sobre la obra y el artista. Sobre la moral y la rectitud. Sobre lo que amamos de nuestros ídolos y lo que podemos perdonar. Nos cuesta cuestionar o ir en contra de lo que admiramos. Por eso existe la ley. Para iluminarnos, supongo. En este caso, puedes optar y resolver el problema por tu cuenta. Bucear en lo profundo para terminar con el misterio. 

Allen vs. Farrow está disponible completo bajo demanda en HBO España

‘The Stand’: el profético fin la humanidad

Starzplay estrenó 'The Stand', la adaptación de la novela 'Apocalipsis', de Stephen King

Este artículo ha sido escrito después de ver la temporada completa de The Stand y contiene spoilers.

Stephen King ha establecido un universo que ya conocemos bastante, siendo reinterpretado con buenos y malos resultados, tanto en el cine como en la televisión dejando bondades y sin sabores, tan variados como las opiniones de sus acérrimos fans. En esta oportunidad le ha tocado el turno a The Stand, novela del chico de las lentes bohemias, publicada en el año 1978, cuya primera adaptación vio la luz en el 94, dirigida por Mick Harris en formato de miniserie. Ahora, con Josh Boone a la cabeza, el apocalipsis y sus demonios errantes, regresan con una atmósfera que palpita surrealismo y una poética malvada, en un viaje de heroísmo, esperanza y sobrevivencia. 

Cuando un virus experimental, creado por el gobierno se sale de control, una brutal epidemia amenaza con destruir a toda la humanidad. Esta fuerza letal, la super gripe conocida como Capitán Trotamundos se esparce como abejas asesinas en cada continente, matando a millones. Los pocos sobrevivientes, aquellos inmunes a la enfermedad, serán elegidos y acudirán al llamado de una centenaria mujer. La anciana Madre Abigail (Whoopi Goldberg) aparece en los sueños de estos atípicos apóstoles, con el objetivo de construir un último bastión, un pueblo recóndito que habrá de levantarse para perpetuar la  humanidad. 

La señora de los dreadlocks, ha hecho lo necesario. Sin embargo, no es la única con la habilidad de reclutar misioneros. Una maligna entidad, seductora y carismática, se ocupará de los egoístas, maleables y disconformes, enajenados que se unirán a este falso mesías prometeico en la ciudad de Las Vegas. De este modo, Randall Flagg, El Hombre Oscuro (Alexander Skarsgard) se valdrá de sus almas, proporcionándoles un falso paraíso de recompensas, placeres y libertad. 

Alexander Skarsgard y Whoopi Goldberg encabezan el reparto de 'The Stand', disponible en Starzplay

Entre los aliados del brujo, Lloyd Henreid (Nat Wolff, Bajo la misma estrella) será  su mano derecha, un delincuente de poca monta sediento de ambición. Nadine Cross (Amber Heard, La Liga de la Justicia) será la amante secreta,  la mujer que  jugará un papel clave en la narración tras ser seducida por Flagg. Y Harold Lauder (Owen Teague, Bloodline, It) un muchacho vengativo, lleno de rencor y desilusión, serán parte de un plan para acabar con la  congregación de la Madre Abigail.

Ante el inminente peligro, Stu Redman (James Marsden, Westworld), Frannie Goldsmith (Odessa Young), Glen Bateman (Greg Kinnear, Little Miss Sunshine), Larry Underwood (Jovan Adepo, Watchmen), Ray Bretner (Irene Bedard, El Nuevo mundo) y Nick Andros (Henry Saga, The New Mutants) serán advertidos formando un equipo para proteger a la comunidad.  Más tarde, cuatro miembros de la misma, serán enviados hacia el núcleo radioactivo del mal. Allí, Tom Cullen (Brad William Henke, Fragmentado) servirá como espía, siendo clave al colarse y pasar desapercibido en la Sodoma y Gomorra post apocalíptica.

The Stand, pudiera pasar como una serie desestimada. La estructura de su relato puede estar falta de ritmo, sobre todo al inicio. Se toma su tiempo estableciendo las premisas que encenderán la narrativa. Es un acto coral, en donde cada personaje debe encajar. Algunos, serán relevantes y de perfiles elaborados. Otros, serán pasajeros y servirán como desencadenantes de otras situaciones. No obstante, todos cumplen un rol, como en un juego de ajedrez. Es un punto a destacar, pues las relaciones y consecuencias que resultan de ellos, no son fáciles de manejar  y la serie lo consigue dejando pocos vacíos. 

Las actuaciones, avaladas por un grupo de muy buenos actores, no decaen. Un sólido elenco da vida al espectáculo, moldeando un universo de tenebrosa ficción que simula una agreste y apocalíptica eventualidad, una pesadilla posible, que consigue transmitir desesperación y desolación. La escenografía, destructiva y derruida, está presente en las ciudades olvidadas y solitarias, en las carreteras eternas atestadas de cadáveres y vehículos abandonados, en los sueños proféticos y las oscuras quebradas en medio de los parajes. Como antítesis de aquello, un infierno terrenal ubicado en Las Vegas, reproduce la figura del hombre que camina en carteles publicitarios. Una tierra prometida levantada por el hechicero, es iluminada por hipnóticas luces de neón sirviendo de hogar a todos  los desesperados, aquellos que aspiran a un nuevo orden caótico en donde ninguna regla los encadene.

The Stand es el onírico enfrentamiento del bien contra el mal. En aquella guerra sectaria, tanto justos como pecadores le seguirán el paso a la muerte. Algunos escaparán. Y otros serán condenados. ¿Qué hará el hombre en el momento en que todo se derrumbe? ¿Ha de optar por la libertad? ¿Elegirá el buen camino o perderá la esperanza? El demonio, haciendo sus cosas de demonio, se valdrá de trampas y encanto para tentar a los elegidos. Con alegorías cristianas a la orden del día, los protagonistas experimentarán tanto el engaño como la fidelidad, el odio y la hermandad. 

En esta lucha y redención, la victoria radica en una sola alegoría: la fe ciega en la verdad. Aquella, está representada en el versículo que repiten los personajes: «A pesar de caminar por un valle de sombras, no he de Temer. Tengo a Dios de mi lado». Aquel bíblico cantar actuará como escudo bajo lanzas oscuras. De esta manera, Randall Flagg, a pesar de las hordas de cobardes que le acompañan, no será capaz de responder ante el puñetazo celestial.  Las Vegas, emulando la caída de la antigua Babilonia, vestida como Lot, quien termina convertida en una estatua de sal, acabará devastada a causa de la ambición. La salida del laberinto, será desvelada por la Madre Abigail. El epílogo final, escrito por King para esta nueva versión, establece la premisa de gran parte de su universo: «el que cae una vez, se debe volver a levantar». Es aquello lo que prevalece. No hay otra manera. El mal, es propio de la vida. No te puedes esconder. Sólo te queda pelear.

 

Este literario Armageddon, vestido de New Age, tiene el sello de su autor. Aquello se palpita en cada toma y fotografía, tonalidades y brumas. Si te atrapa el misterio y la obra de King, The Stand, te gustará. Si no quieres que la mollera te de vueltas y vueltas, desentrañando un guion repleto de personajes, conexiones y preguntas, será difícil que te enganches. Como amante del género, de todos modos la recomiendo. No obstante, mis opiniones, no son para nada directrices. A mi me agradan las leyendas y los seres maquiavélicos. Es que soy una oscura chica seriéfila y me encanta vivir en permanente sobresalto. Que venga luego la plaga, que no me asusta la virulencia. Es más, la disfruto. Con todo el corazón.

The Stand está disponible completa bajo demanda en Starzplay.

Especiales de ‘Euphoria’: un viaje al corazón de las antiheroínas del glitter

'Euphoria' regresó con dos episodios especiales que sirven como puente hacia la segunda temporada

¿Qué es lo que viene luego de la ruptura? Pues la calma. La pesadumbre. Aquello que se posa como una mosca en la sopa. Y en el intermedio de aquel drama, para no quedarnos con el amargo sabor de la despedida, Euphoria regresa, a modo de aperitivo, con dos episodios de regalo, en un formato íntimo e introspectivo, ofreciendo un atisbo de lo sucedido con sus protagonistas, luego del devastador y llorado quiebre en la estación, allí donde los trenes vienen y se van. La poderosa narrativa de la ficción, se ha dedicado a bucear en la psique de sus personajes, dimensión que a momentos está llena de teatralidad y poderosos cuadros sobre la sexualidad, el amor y la marginalidad. Para esto, Sam Levinson, utiliza recursos entre poéticos y cotidianos, para organizar dos escenarios que se complementan y refuerzan, uno con el  otro. 

La primera entrega, bajo el título de Las rayadas no son eternas, transcurre en vísperas de Navidad. En un escenario urbano y melancólico,  Rue (Zendaya , ganadora del Emmy 2020) retorna triste y agotada acompañada de Ali (Colman Domingo) el compañero rehabilitado quien la enfrenta en un rol casi paternal, hablando de la vida, las drogas y sus demonios. La secuencia es un largo cara a cara en donde se exponen las debilidades y las fortalezas de ambos, en una acuarela de emociones donde hay pausas y reflexiones, con enfoques hermosos y filmados con sobria elegancia y equilibrio. Ambos, se potencian en aquella escenografía nocturna, ejecutada a la perfección. El tono de la charla bordea el secretismo, la fraternidad y la revelación y nos lanza hacia el vacío que aflige a la protagonista , la que a ratos parece desear la redención, del mismo modo que la condena. 

Las heridas de Rue son pesadas cadenas. Y su adicción, la sentencia, que parece eterna e irreversible. En aquella tragedia ha perdido la integridad. Es alguien diferente, un fantasma que deambula junto a un cuerpo desconectado de toda realidad. La ética y la moral, son puestas a prueba. La expiación se convierte en un proceso caótico y nudoso, en un acto de valor que involucra regresar a la cruda humanidad, dejando atrás a la marioneta, a la fuerza que maneja los hilos del cuerpo a través de las drogas. 

La tragedia de Rue, es como un cable que la sostiene. Y se debate entre morir, en un acto pseudo heroico, o luchar contra los demonios, dejándolos atrás. Sociedad, desigualdad, falta de oportunidades. En una arquitectura de hostilidad, en donde la violencia y la discriminación son actos habituales, sólo queda aferrarse, apelar al amor, aquel humano contacto que hace llevadera la vida. Todo esto, te romperá el corazón, de todas maneras. Euphoria, no es un relato agradable. Pero lo vale en su poética, en la figura delgada y absorta de su protagonista, que sobrecoge y fascina junto un partner perfecto, que funciona como conductor y reverso de la página, para concluir un episodio redondo en su narrativa, al compás de la música que se repite nostálgica mientras se difumina la imagen, dejando un halo de destrucción, belleza y ensoñación. 

Rue (Zendaya) y Ali (Colman Domingo) protagonizan el primer episodio especial de 'Euphoria', en HBO España

El siguiente especial de esta Euphoria, empapado en cuadros surrealistas, se abre luego con Jules (Hunter Schafer) en el episodio titulado Que se Joda cualquiera que no sea una gota de mar (F*ck Anyone Who’s Not A Sea Blob) onírica presentación que utiliza, nuevamente, el recurso de la conversación, ahora en la sala de la terapista de la joven. En este espacio de sobriedad que funciona como detonador ideal para las revelaciones, los traumas subterráneos aparecen al bucear en lo profundo del mar, recuperando recuerdos en busca de respuestas.  Acertados flashbacks y escenarios de la niñez, nos remontan a la familia. Una madre acongojada, ha pretendido ocultar la naturaleza transexual descubierta  en su retoño. Tiempo después, acabará arruinada por la adicción, perdida y ausente, con las consecuencias que conlleva la separación de una hija. Aquella novel fractura, dejará marcas en Jules. Más tarde, deslumbrada por el amor, buscará convertirse en el salvavidas de Rue, la única persona que la conoce de verdad. De manera indirecta, se ha condenado en un juicio que no ha merecido. 

Un remolino pasional habita en la chica como la brillantina en su rostro. En aquella selva exultante, el sexo y la promiscuidad, son los pilares de su identidad. Busca la aceptación. Como mujer e individuo. En busca de agradar y aferrarse a la feminidad, transforma este concepto en una especie de ídolo que parece inaccesible. Este ángel de alas rotas ha creado ante el mundo una personificación de sí misma, cuyo fin es gustar, ser objeto de deseo y anhelo de los hombres. Se ha olvidado de encontrarse. Sin tanto artificio. La rubia es la mariposa metida en la crisálida, la gota de agua en el océano. Sus fantasías y delirios  en forma de sueños de posesión, húmedos y violentos, la muestran siempre entregada a una satisfacción que la hiere y empodera a la vez, en una dualidad nebulosa. Al final del relato, queda un rayo de luz, que se desvanece como la neblina ante el primer atisbo de sol. 

Jules (Hunter Schafer) protagoniza el segundo episodio especial de 'Euphoria', en HBO España

A ratos surrealista, como dije al principio, a ratos efectista, Euphoria puede pecar de caer en lugares comunes o abusar de una especie de glorificación de la tristeza, ofreciendo al espectador un crisol de pesadumbre. Sin embargo, su lírica depresión no se siente forzada y funciona como un puente que sirve para entrelazar los nudos argumentales, los de Rue y los de Jules, potenciando la trama. 

Euphoria,  es aquello. Emociones al desnudo. Al borde del precipicio. Sus protagonistas, inmersas en procesos que parecen inconmensurables, seguirán tropezando, embriagadas de juventud, juntando lágrimas con sonrisas, así como muchas apasionadas en el mundo. Por mi parte, perfecto. Me agradan la tragedia y el romanticismo novelesco. Anti heroínas modernas. Destruidas y reconstruidas. Románticas y mártires.  

‘Equinox’: ciclos naturales, ritos y desapariciones

'Equinox', la nueva serie danesa de misterio de Netflix

El misterio, aquella sensación que nos eriza y nos alerta, forma parte de aquellos miedos que construyen muros con la finalidad de dejar atrás el pasado, antiguas experiencias y cuentos repetidos. Canciones de cuna de melodías macabras, o acontecimientos que marcaron parte de nuestra vida, rememorando siluetas bailando en el tragaluz o la ventana de la habitación, antes de dormir atrapados por el sonido del viento, crispado sobre las copas de los árboles legendarios. Equinox, es una probada de lo anterior. Eventos grabados en la memoria, rupturas familiares y entidades fantásticas que se niegan a desaparecer. Dentro del catálogo de Netflix, desde las lejanas tierras  danesas, con un estilo folk horror y un aire de Stephen King, un grupo de adolescentes ochenteros, sin saberlo, irán rumbo a la tragedia. 

Ida (Karoline Hann) de manera inexplicable, desaparece junto a  un grupo de compañeros de colegio durante un viaje en autobús. Tres de ellos  regresarán: Amelia (Fanny  Leander  Bornedal), Jakob (August Carter) y Falke (Ask Mossberg Truelsen). Interrogados por la policía, contarán sólo partes inconexas de la verdad, dejando el rompecabezas inconcluso sobre la mesa. Así, el tiempo pasará en un aparente silencio, hasta que los antiguos fantasmas del pasado, regresen por  Astrid (Danica Curcic) en forma de  extrañas visiones y paranoias, las mismas que marcaron su complicada infancia. Un confuso universo, siniestro y caótico, aparece recurrente y violento en sus sueños. En ellos, Ida, su hermana, aún se encuentra cautiva, luego de años de oscuridad. Los padres de las niñas, Dennis (Lars Brygmann) y Lene (Hanne Hedelund) sufrirán las consecuencias de lo sucedido con sus hijas, cada uno con sus propias maneras de afrontar la tragedia. De este modo, serán influyentes en la personalidad y la vida adulta de Astrid, asolada constantemente por la  angustia. Luego de recibir una extraña llamada telefónica al programa radial que conduce, comenzará una ardua búsqueda e investigación, intentando desentrañar aquel mítico acertijo del pasado. En aquella tarea, conocerá a Henrik (Alexandre Villaume) uno de los profesores de los chicos perdidos, el cual jugará un papel determinante hacia final de este teatro de secretos.

La serie no somete al espectador con sorprendentes efectos o giros imposibles. Logra prevalecer con un paso cauteloso, dejando rastros e insinuaciones una y otra vez a lo largo de la aventura. Equinox establece un universo fantástico y primordial, cuyo génesis encontramos en la leyenda de Ostara, diosa femenina quien se enamora perdidamente de un ser maravilloso y extraño. Aquí, la narración jugará con algunos elementos típicos del crime story y el horror psicológico pero, sobre todo, similar a una fábula, un relato rural que relaciona a los seres humanos con dioses arquetípicos, los mismos que ofrecen y piden favores a cambio, arraigados en el acerbo cultural de la comunidad.

El relato, se compone de  dos historias relacionadas con la protagonista, utilizando una permanente irrupción del pasado en el presente, al igual que una caja de muñecas infinita en donde las habitaciones ocultan espejos y cajones. De este modo, a través de constantes flashbacks y recuerdos, la heroína luchará por encontrar la verdad, aquella que parece haber sido olvidada. Con sus tonos opacos, un tanto grises y duros, la atmósfera simulará un onírico anti paraíso, en donde los personajes parecen afectados por la locura o una especie de amnesia, lo que los mantiene protegidos de aquel agujero dimensional en donde yacen cautivos los actos del pasado.

'Equinox', la serie danesa de Netflix, se adentra en un mundo de ritos ancestrales

Sin ser demasiado inteligente, tiene buenos momentos, a pesar de sus múltiples preguntas sin respuesta. En aquel apartado se desequilibra y cojea, prisionera de un guion que deja constantes interrogantes. Mientras, a ratos es un poco burda al revelar la conclusión de la historia, de manera premeditada o no, por otro lado, deja abiertas las puertas, cabos sin atar y puntos suspensivos de paréntesis vacíos. Sin embargo, funciona en su mitología y genera curiosidad. 

Equinox, es un buen ejercicio sobre el género fantástico, con deidades antropomorfas y una liturgia legendaria, que da cuenta de un teriomorfismo vivo en la comunidad, cuyo objetivo es mantener el equilibrio de la naturaleza, en un ciclo infinito. Con aspectos sectarios, místicos y ritos que aluden a la fertilidad, es una ventana hacia los sueños, la conciencia y la manera en que la niñez determina la personalidad de los individuos, su psicología y los límites entre la realidad y la imaginación. Aquel mundo que construimos luego de traumas profundos y heridas emocionales. Bien actuada y correcta, puede ser adictiva y un buen plato de ficción para aquellos que gustan del género de lo inexplicable. 

Ida y Astrid son dos hermanas separadas por una tragedia en 'Equinox'

Mientras tanto, en medio de nuestra propia jungla confortable, hecha de vanidades y modernidad, más de alguno soñará con seres imposibles, animales de rostros y ojos humanos al oír uno que otro cuento escuchado junto al fuego luego de largos inviernos. Es la maravilla de los hombres: soñar e imaginar. Hasta donde sea posible. 

Equinox está disponible en Netflix completa bajo demanda.

‘Romulus’: El origen del héroe bajo la espada de la traición

 

'Romulus', la serie prerromana de HBO

Cuando la ambición comienza a carcomer el seso de la gente, no es posible regresar. No existen los hermanos, padres, madres, amigos o familiares. Es el principio de la barbarie y la caída de la moralidad. En este juego de poderes, que pretende ser conspiranoico y salvaje, Romulus es una lucha hacia la madurez, el destino y la aceptación.

La historia, nos sumerge en los orígenes del magno Imperio Romano, siglo VIII antes de Cristo, en una época tribal en donde diversos grupos están regidos por reyes, de los cuales el rey de Alba, Numitor (Yorgo Voyagis) es quien lleva la batuta siendo la cabeza de todos ellos. Éste será desterrado luego de que los dioses abandonen a los hombres, asolados por una prolongada sequía. Aquí, las oscuras intenciones de Amulius (Sergio Romano) comenzarán a manifestarse siendo estimulado por su codiciosa mujer, Gala (Ivana Lotito). El maquiavélico plan de ambos teñirá los campos de sangre y de muerte. Buscarán asesinar a los legítimos herederos del trono, Enitos (Giovanni Buselli) y Lemos (Andrea Arcangeli). Este último, conseguirá escapar y refugiarse en el bosque  donde conocerá a Wiros  (Francesco de Napoli), un ex esclavo con quien entablará una profunda relación de hermandad. Juntos, vivirán una aventura de supervivencia que terminará con los protagonistas siendo parte del temido culto de la diosa Rumia, cuyos súbditos y adoradores viven ocultos en cuevas y rindiendo tributo a la deidad pagana. Por otro lado, Ilia (Marianna Fontana), hija del traidor y antagonista del relato, abandonará el servicio de las vestales, luego de cometer una afrenta imperdonable. Tras esto, será enterrada en una oscura caverna, pretendiendo escapar sin conseguirlo. Ya en la agonía, será rescatada gracias a la obra del Dios Marte, quedando consagrada a su servicio y transformándose en guerrera. Una vez establecido el conflicto, dos bandos chocarán en una fiera persecución, unos en busca de mantener el  poder y otros sedientos de venganza y justicia. 

'Romulus' recompone el mito de Rómulo y Remo en la nueva serie de HBO

Romulus, sigue la tradición de las  épicas de origen, la narración de aventuras y el nacimiento del héroe, aludiendo a la tragedia griega y al destino del hombre en manos de los dioses. En ella, tenemos una reinterpretación del mito original, en donde dos niños son alimentados por una loba, en el amanecer del imperio. Hay elementos realistas, que buscan cierta historicidad, pero siempre en relación a una mítica atmósfera que logra conseguir un aspecto sucio y agreste, que corresponde perfectamente al modo de vida de antaño. Es rudimentaria en su estética, brutal y primitiva. Completamente hablada en latín, lengua madre de la antigüedad , aquella curiosa estrategia, consigue acentuar la visión de aquel mundo, una sociedad diferente, ajena a la nuestra. Es violenta y pasional, sin embargo, su ritmo pausado al inicio, tiene un  par de capítulos que podrían asustar. Hay lapsos en donde decae, para luego acelerar con poco diálogo y elementos convenientes para el guion. Aquello, le resulta efectivo, inyectando energía y  más equilibrio al entramado. De este modo, genera expectativa, sin la necesidad de adormilar al cómodo espectador con marañas filosóficas o elaboradas conspiraciones. 

Llena de personajes que han sido criados bajo la agreste visión de un mundo explosivo, áspero y peligroso, es un cuadro potente sobre las raíces de la civilización.  Noches de tiniebla, en donde los animales acechan, el peligro es invisible y la vida es efímera, como un corazón acelerado, en alerta permanente. En este crisol primigenio, la traición y las ambiciones humanas, afloran y se desatan en busca de poder, siguiendo las leyes de la estirpe y el linaje. Es entonces cuando el héroe, primogénito de la tragedia, deberá aceptar su destino, huyendo de la muerte para poder renacer. Será más fuerte y más justo con el fin de brindarles un nuevo hogar a los suyos. Será un esclavo en cautiverio, pasará hambre y humillaciones.  Y tendrá que asesinar siendo parte de un clan que le brindará confianza y hermandad. Abrazará las creencias de los  relegados como si fuesen las suyas, haciendo lo necesario para sobrevivir y vencer. 

Imagen de 'Romulus', disponible completa en HBO España

Al amparo de estas observaciones, hay que acotar que Romulus, a pesar de su rudeza, no es sólo una aventura brutal y despiadada. No es una amalgama sangrienta como pudiera esperarse, sino que matiza estos elementos con un abanico de tramas que exponen las emociones y debilidades humanas, sus fortalezas y culpas. Se vale de su naturaleza, salvaje y sudorosa, para entregar un mensaje sobre la hermandad y los lazos que nacen de la desgracia, la miseria y el abandono. Es, a la vez, una metáfora visceral que nos ilustra, una  fábula mitológica sobre la servidumbre de los pueblos bajo el dominio de dioses belicosos, imperfectos y castigadores, en una sociedad que se rige por sus caprichos y deseos. La mítica presencia de estos seres celestiales, marcará el destino de los hombres. En esta  encrucijada, el joven destinado a ser rey y gobernar, pasará por encima de aquellas creencias para abrazar otro dogma, un dogma que personifica la semilla de un imperio tan poderoso como el sol.

Testigos de los albores de un magnífico pasado, quedarán cortes y heridas grabadas en la piel. Sangre y suciedad. Miedo y valor. Tras la  reconstrucción fidedigna de aquella escenografía, algún vuelco inesperado, podría inyectar más acción al argumento. Sin embargo, la maqueta realista de la época, con su fotografía grisácea, sus atuendos y rostros curtidos por la desesperación, bastan para gustar. Romulus funciona sin fuegos artificiales, en sus idas y venidas. Hubiera deseado más cosas, para convertirla en una épica legendaria y visceral. Pero, aún queda conflicto. Ojalá con más trampas, atrevimiento y sorpresas. 

Romulus está disponible completa bajo demanda en HBO

‘The Undoing’: ruinas, máscaras y mentiras

'The Undoing', la miniserie de HBO creada por David E. Kelley y dirigida por Susanne Bier

Profundas heridas, traumas, secretos que jamás salen a la luz, cubiertos bajo aquella máscara social que nos colocamos a diario. En este universo melodramático y terrenal, bordado con la fibra de rosas amargas, se encuentra The Undoing, un thriller psicológico, pasional, con un crimen de por medio y varios sinsabores en el camino. 

 

La reconocida y galardonada Nicole Kidman (Big Little Lies) interpreta a la psicóloga Grace Fraser, una popular especialista quien se gana la vida solucionando los problemas de parejas infieles, intentando reparar aquello que se oxida. Su marido, es un médico exitoso que trabaja en oncología, profesión que lo mantiene en permanente contacto con niños víctimas de cáncer. Este hombre, Johantan Sash (Hugh Grand, A Very English Scandal) es un tipo simpático, inteligente y  leal. En resumen: el padre ideal y el marido perfecto. Todo cambiará cuando la joven y hermosa  Elena Alves (Matilda de Angelis, Youtopia) se haga parte de sus vidas, provocando un inesperado suceso que pondrá de cabeza a los protagonistas. Esta auténtica tormenta afectará directamente al hijo de ambos, Henry (Noah Jupe, Extraordinario) y al mismo tiempo al padre de Grace, Franklin Renner (Donald Sutherland, Trust) quien se ocupará de proteger y tenderle una mano a la familia, aún estando en contra de muchas de las decisiones y acuerdos establecidos. Una vez puestos en la palestra, los involucrados se colocarán en manos de la abogada Haley Fitzgerald (Noma Dumesweni, El niño que domó el viento) una mujer calculadora y feroz, quien será partícipe de un juicio que será determinante en sus vidas.

The Undoing, sigue la senda lacrimógena del drama familiar. Un clan que lo tiene todo, en una compleja encrucijada que pondrá en jaque su futuro. Esta vez, el acento se coloca en  un concepto clave del entramado: la confianza. La sensación de seguridad, aquel confort que se distorsiona como una moneda lanzada que flota en la pecera, engañando al ojo de quien observa al otro lado del cristal. Lo que parece incorrupto, prístino y transparente, comenzará a agrietarse ante la más mínima pisada de mosquito, terminando en cientos de cristales punzantes y afilados. 

'The Undoing', la nueva miniserie de HBO está protagonizada por dos grandes actores, Nicole Kidman y Hugh Grant

La serie se vale de recursos intimistas, recuerdos creados, una sobredosis de primeros planos y un discurso sugerente, de diálogos clásicos, sin grandes volteretas, con un misterio un tanto plano en su argumentación. Los giros no llegan, y cuando llegan son tibios y un poco faltos de peso. A pesar de constar de buenas actuaciones, te deja la impresión de quedarse a media tabla, de no explotar un potencial que está presente y que se palpa, pero que acaba extraviado en vanidades narrativas. Te mantiene sujeto durante un rato prolongado, pero nunca echa las amarras, te insta a  vagar entre sus idas y vueltas, sus encuadres fotográficos, una figura caminante de rostro pensativo, o en el rictus o mirada que se quedan sólo en eso, en espuma que se va. La ola se retrae y jamás golpea contra el roquerío. La crisis que viven sus personajes, lucha por convertirse en una honda exploración de la psiquis humana, sus debilidades y catalizadores, así como en un tratado visceral de la pareja, los actos y pactos que conviven en la unión, la conciencia de la pureza y la verdad del amor. Y lo consigue entre cortinas. Lo ejecuta en fracciones, con elementos que funcionan y otros que no, intentando mezclar un sórdido policial con una tragedia romántica , más introspectiva y metafórica. Brilla como lo hace la polilla en la lámpara. Con un opaco resplandor. Al final, carece de vitalidad. Como un cuerpo maravilloso al cual se le ha drenado la sangre. No es una serie que vaya a no gustar. Se deja ver y sus aciertos, te mantienen alerta, encadenado a su evolución. Consigue deslumbrar con sólidas actuaciones, buenas tomas y momentos. Sin embargo, el enigma, el cerebro de su arquitectura, no consigue generar un impacto apabullante. Se nota cierto afán por expandir su misterio a base de tiempo, sumando escenas y marañas que no  se explican del todo, dejando la sensación de rellenar los espacios con trozos de masilla. Su encanto, enamora en su construcción refinada y elegancia, su fílmica sobriedad de paletas otoñales y encuadres depurados. No obstante, más allá de aquel horizonte, faltan trucos y trampillas que dejen huecos en la cabeza, que te dejen la impresión de haber pagado por observar una heroica opereta interpretada con pulcritud. 

Nicole Kidman es el principal reclamo de 'The Undoing', la última miniserie de HBO

The Undoing, es una correcta performance, una pieza que satisface, pero que da la impresión de no arriesgar demasiado, tomando una fórmula que no opta por la experimentación, sino que sigue los planos, desde a la A hasta la Z, sin órbitas extrañas.  Al igual que las emociones, nos disgustan sus decisiones, o las abrazamos como si fueran eslabones amados. Allí, en donde late aquel órgano que tenemos en el pecho, conviven los espejismos y la claridad de las aguas. Hay turbios manantiales, traiciones, moralidad disfrazada, y rostros que conviven con máscaras de bondad. Es un ramillete de ambiciones y quimeras, donde el  amor lucha por someter a la frivolidad y las culpas, peleando por no hincar la rodilla  ante la tentación, en su intento por aplastar la cabeza  de la serpiente en el jardín del Edén. Es en este proceso,  en esta guerra que afrontamos con el fin de acabar con los seductores fantasmas, cuando hallamos la razón. La razón que nos permite separar lo bueno de lo malo. El engaño del amor. Recoger las ruinas que guardamos en el fondo del alma, para reconstruir  desde abajo, porque aquello es la vida, quieras o no: decepcionarse, rearmarse, vivir el luto y continuar. 

 

‘Roadkill’: entre la política y la melancolía

 

'Roadkill', la nueva miniserie de Hugh Laurie para BBC que emite en España Movistar+

Luego de protagonizar Avenue 5, para HBO, Hugh Laurie regresa a la pantalla con Roadkill, una breve serie de cuatro capítulos, en donde el carismático actor de la ya mítica House, interpreta al político británico Peter Laurence, un hombre cuya vida oscila entre los quehaceres gubernamentales y las trampas, turbias negociaciones y dineros conseguidos por cuestionados favores nada correctos para un respetado ministro, sea de donde sea. En esta ensalada de situaciones, su intimidad dista mucho de  ser ideal,  con  una esposa, Helen (Saskia Revees, Wolf Hall) que vive en un limbo de conformidad, y dos hijas lejanas, Lily (Millie Brady, Teen Spirit) y Susan (Ophelia Lovibond, Elementary) cuyo afecto obtiene sólo a migajas. Este pulcro caballero se verá enfrentado a un juicio del cual deberá salir con la bandera de la impunidad entre las manos, teniendo el favor de una ciudadanía que cree en su integridad, pero que comenzará a dudar de sus valores en este tira y afloja de eventos. Aquí, entrará en escena la periodista Charmian Pepper  (Sarah Greene, Dublin Murders) quien buscará alinearse con Rochelle Madeley (Pippa Bennett-Warner, Gangs of London) buscando pistas sobre turbios aspectos de la carrera del político. Este deberá zafarse del entuerto, para luego enfrentarse con la Primera Ministra del país, Dawn Ellison (Hellen Mc Crory, The Queen) quien lo pondrá a prueba tras asignarle un nuevo puesto, totalmente inesperado y que le obligará a modificar sus planes y proyectos. 

La serie se toma su tiempo desde el capítulo uno, constando con un buen número de personajes que formarán parte de las subtramas, unas más relevantes que otras, conformando un  rompecabezas de bordes un tanto romos, en donde las piezas necesitan una pausa para encajar. El primer giro importante de Roadkill, llegará desde los cuartos y rejas de una prisión estatal, lugar en donde se encuentra prisionera por fraude la joven Rose Dietl (Shalom Brune-Franklin). La reclusa, luego de conocer la identidad de su padre biológico, buscará la manera de contactarse con él, generando una serie de efectos y nuevos arcos que acabarán por estallar en una inteligente movida, hacia el final de la temporada. 

Roadkill es una serie clásica en donde el estilo va de la mano con un guion elaborado, que se sustenta en la intriga y la exploración de los personajes en un acto coral, donde la virtud es como un arbusto pisoteado por la bota de la arrogancia. El poder y las ambiciones conforman un universo de verdades y mentiras, en donde se vive y respira en un permanente estado de vigilia, en una niebla que confunde y embriaga a la vez. En este ambiente, se balancean códigos e introspecciones, valores tambaleantes sobre la familia, el matrimonio y las relaciones con los hijos, uniones fraternales que se convierten muchas veces en instrumentos, o en meras formalidades en esta selva política que rodea al protagonista. Aquello es como un perfume que cautiva y descoloca en una misma probada. Un nido enmarañado de amantes, de convenientes delitos, de cobardes por elección, individualidades que contrastan con idealistas incomprendidos que no temen a  la verdad, renunciando a la seguridad, el confort y el conformismo. Es una sopa multiforme de fecundos títeres y titiriteros, cada quien con una llave en la  cerradura del guion.

Hugh Laurie encabeza 'Roadkill', miniserie original de BBC que emite Movistar+

Aquello no siempre resulta y puede resultar redundante. No aburrido, pero lento, como los pasos del perezoso. Falta carbón en la fogata y a veces las cenizas están prontas a extinguirse. Sin embargo, cuando logra picar en la vena correcta, consigue drenar interés, con deliciosa y brumosa melancolía. 

La historia de Roadkill logra un retrato acertado de la alta clase política, con sus animales y pieles de oveja, yaciendo sobre lomos de viejos lobos al acecho. Cada uno de los invitados va por su propio trozo de pastel. Algunos por necesidad, falta de amor o de vitalidad. Otros, por mera competencia o compensación. Son caballos en la meta, que levantarán el polvo necesario para conseguir la diadema de flores en el podio. Es cínica e incorrecta. A ratos, da balidos en falso que desvían la atención, para regresar luego al corral, con brotes de genialidad. No es un thriller crispante. Ni un melodrama social. Está en el medio del camino. Con un fino humor negro, diálogos mordaces y una nube de soledad, brisa que sustenta una atmósfera otoñal de colores sobrios y distinguidos. Nunca es honesta a cabalidad. Llena de momentos reflexivos que siempre levantan sospecha, pondrá en jaque la honestidad que pretende exponer, siempre al borde de dudas, burdos engaños o trampas, situación que nos  dejará entre dos aguas e interrogantes. 

Peter Laurence se enfrenta a la fiscal y a una periodista en 'Roadkill'

Peter, es un antihéroe limítrofe, que recibe balas y las dispara, admirado y cuestionado en su impecable traje oscuro, lleno de defectos, sobriedad a toda prueba, y presa de la ambición. No intenta salvarse ni salvar sus relaciones. Las acepta por lo que son: piezas necesarias que son parte de su motor, de su construcción personal y de su oficio. Con esta fachada, la serie nos plantea las imperfecciones de la moral, sin caer en dramatismos, siendo afilada como las puntas de una mesa fabricada para ser el centro de atención, en una reunión de altos mandos. Lo impropio y lo cuestionable, no se esparce con torpeza. Es meticuloso. Porque el juego está en aquello. Aprovecharse de la manipulación, el poder y las debilidades que todos arrastramos, no con obviedades cliché, sino con rostros seductores, promesas y sonrisas. No será un crisol de novedades narrativas. Es cierto. Sus recursos, son predecibles y reconocidos. Sin embargo, funciona. Basta un poco de paciencia para llegar al huerto de frutos, en donde te recompensan unas jugosas y sólidas actuaciones, de aquellas que no defraudan. 

Roadkill no ganará el cielo ni la santificación, al igual que su protagonista. Sin embargo, deja abierta la brecha para la evolución de su ecosistema. Y si te lo tomas con calma,  disfrutarás de esta figura que cojea de pronto, pero que sigue adelante con un bonito bastón. Creo que vale la pena otra buena taza de té acompañada de la cautivante personalidad del político. Esperemos que regrese, mucho más punzante y curtida, directo al populismo televisivo.