Hace más de una semana del estreno en Estados Unidos de Scream Queens y todavía estoy intentando recuperarme del shock sufrido. La serie de Ryan Murphy y Brad Falchuk ha sido uno de los estrenos más esperados del otoño gracias (o por culpa) de la cansina promoción que ha durado demasiados meses y, claro, las consecuencias son unas expectativas muy elevadas del público y su posterior decepción al ver que no era lo que esperaban. De hecho, la noche de su puesta de largo no funcionó nada bien, aunque los visionados online posteriores han duplicado sus números. Yo sabía dónde me metía, no hacía falta más que ver alguna de las dos últimas temporadas de American Horror Story.
Scream Queens sigue la línea descendente iniciada por Coven y Freakshow, aunque en este caso sus creadores son perfectamente conscientes de lo que querían crear y separarla de su serie de terror aunque perfectamente hubiera funcionado como parte de ésta. FOX, sin embargo, le ha concedido a Murphy sus deseos a cambio de que llenara el vacío que dejó otra de sus ficciones, Glee, también orientada al público adolescente. La mezcla de terror y divismo trash de la primera se unen al colorido y la irreverencia de la segunda creando un monstruo que difícilmente podrá (y querrá) controlar.
Es difícil calificar cuál es el género de Scream Queens aunque tradicionalmente se podría encuadrar dentro de la «comedia de terror», si es que existe claro, un poco como Scary Movie pero parodiando al propio universo de Ryan Murphy en lugar de Scream. Analizando ambos géneros por separado se podría decir que es una comedia aunque en muchos momentos se pasa de graciosa y entra tan de lleno en lo grotesco que pierde toda la gracia, aunque hay que reconocerle ciertos gags realmente ingeniosos. Si en cambio la consideramos terror, se nos desmorona instantáneamente porque no tiene ninguna credibilidad, lo que provoca que las secuencias que deberían dar miedo en realidad dan risa y, en ocasiones, ni siquiera eso.
Tampoco están nada bien muchos de los actores, víctimas de un guión esquizofrénico y del postureo trash al que son sometidos, principalmente Emma Roberts, cuyo trabajo en Coven y Freakshow le han valido ser la protagonista de Scream Queens, pero está demasiado excesiva y eso se nota. No es que lo haga mal, es que Murphy se lo pide. Y esto es lo que en mi opinión hace que se desaproveche un reparto muy interesante, empezando con Jamie Lee Curtis, la más contenida en toda esta locura, Niecy Nash, Keke Palmer o Lea Michele.
No se puede decir que Murphy no busque una gran variedad racial en sus series y en esta ocasión no iba a ser menos, incluyendo personajes de todas las razas, condición sexual y discapacitados pero mientras en Glee resultaba socialmente positivo y hasta entrañable, en Scream Queens se repiten estereotipos y chistes políticamente incorrectos más propios del pasado, lo cual habla de lo excesiva que es esta serie. Y ojo que a mí me gusta lo políticamente incorrecto, pero es que aquí no se libra nadie. El capricho de Ryan Murphy se le va totalmente de las manos buscando el beneplácito de un público adolescente que recibe lo que más le gusta, mucha acción, diálogos ágiles y personajes excesivamente superficiales (tanto o más que la serie). Definitivamente Scream Queens no es para mí, pero comprendo perfectamente que haya gente por ahí dispuesta a perder su tiempo con una serie que es mala y adictiva a partes iguales y que va muchísimo más allá del placer culpable.
El cine y las series de televisión son mi pasión, aunque la Edad de Oro de la pequeña pantalla me conquistó sobre todas las cosas. En Cultura Seriéfila analizo toda ficción que lo merezca con una dosis muy alta de opinión. También me podéis escuchar en el podcast de Cultura Seriéfila y eventualmente en La Jungla Radio.