Hombres rudos cabalgando bajo un sol infernal, metidos hasta el cuello en pantanosas tierras, o enredados en peleas de bares, luchas por la libertad o guerras. El género del Western nos ha traído de todo. Género que ha evolucionado desde épocas doradas, hasta la actualidad, resucitando viejos personajes clásicos y épicas batallas a punta de pistola. De esta manera, el escenario se ha mezclado con libros de historia, para despertar y traer a la pantalla al viejo anti héroe que algunos aman y otros odian, recreando con pinceladas surrealistas épocas pasadas en donde la gloria se vestía con viejas chaquetas y sombreros.
En esta El pájaro carpintero, nos encontramos con la mítica historia del excéntrico John Brown, un fanático religioso cuyas acciones y discursos, fueron uno de aquellos catalizadores que más tarde darían paso a la sangrienta lucha entre el Norte y el Sur, en los Estados Unidos. En el año 1856, este hombre, cuyas raíces habían estado plagadas de una crianza libertaria desde muy pequeño, comenzará a convertirse en un baluarte para los abolicionistas, y en una pesadilla para los explotadores y negociantes, tras comenzar una violenta lucha armada junto a una pequeña milicia compuesta por sus hijos y seguidores.
En El pájaro carpintero, Ethan Hawke interpreta al intrépido personaje, un hombre exaltado y loco, que deambula entre momentos de sabiduría y paz religiosa, citando permanentemente los pasajes de la biblia, para luego estallar en ira y discursos grandilocuentes capaces de estremecer a las mismas piedras, iglesias y viejas casonas con las que se cruza. Es en una de estas incursiones, que tienen como fin liberar a cada esclavo de la tierra, que se encuentra con Henry (Joshua Caleb Johnson, It’s Young a Gun) un joven negro al que confunde con una mujer, el que terminará en las filas del capitán con un vestido y el apodo de ‘Cebollita ‘. Ya a bordo de la cruzada y a través de parajes plenos de salvaje vigor, el pícaro comenzará a descubrir el mundo, los pecados y la violencia de una tierra esclavizada, en donde hay hombres que son tratados como bestias y bestias que fingen ser grandes señores, pisoteando la integridad y los derechos de un pueblo oprimido. En la travesía, buscarán aliados y creyentes que estén dispuestos a abordar este barco maltrecho y tambaleante. Entre ellos, Frederick Douglas (Daveed Diggs, Hamilton, Snowpiercer) un abolicionista de color, intelectual y encantador, con el que pretende trazar un osado y arriesgado plan. El objetivo de este: la definitiva emancipación de los descendientes del gran continente africano.
La serie es un nido de escenarios plagados del aroma clásico del viejo oeste: carretas desvencijadas, ropajes sucios, bares en donde se fuma y se bebe con prostitutas, y ciudades de colonos, teñidas de una fotografía agridulce, noches oscuras como la cueva de un oso y caminos polvosos en donde el sol es opaco y brutal. La historia en El pájaro carpintero se desarrolla con prisa y un poco atropellada al inicio, queriendo presentar un buen número de personajes y situaciones con un poco de descuido, entre pleitos y conversaciones que van y vienen. Sin embargo, luego de los primeros episodios, logra asentarse y funciona con eficacia, unificando la tragedia con la comedia, en una representación que se balancea entre ambos géneros, siendo a veces grandilocuente en su narrativa, como si tratase de una epopeya, para luego mostrarse como una irónica representación tarantinesca del ser humano, su moral y su espíritu.
La ideología y creencias de Brown serán la madeja desde donde se desprenden los debates morales, políticos y cristianos, representando con escandaloso brío los valores y exigencias del abolicionismo, mientras el entorno, expone el yugo de la esclavitud, la riqueza de algunos, la avaricia y el sesgo racista, dos veredas cuyo tránsito nos conducirá hacia un polvorín a punto de estallar. En este camino, el hombre y el aprendiz llevarán una relación fraternal con idas y venidas, en donde el joven de color recorrerá el camino que lo llevará a la madurez, experimentando la pérdida, el miedo y la confusión, junto a un grupo de gente que parece más loca que cuerda. La idea de la muerte, no será nada agradable. Sin embargo, al final de la cabalgata, la oveja vuelve al redil, junto al calor de la fogata y las peroratas del pastor.
Elegidos para limpiar los campos de alimañas y cortar el cuello del esclavista, el rebaño avanzará, como una plaga justiciera. No tienen más alternativa. Las palabras no bastan. La política sonriente y los discursos, no acabarán con la ignominia. John habrá de cumplir con la palabra del creador. Ha sido víctima de las habladurías, perseguido, engañado y traicionado. Sin embargo, no claudica. Su tragedia es poética, como los versículos del viejo libro. Así, guiará a su rebaño hacia la última batalla. Un acto pleno de fe. Una prédica final.
La historia es plena y vigorosa. Su valor no está sólo en la caparazón. Como telas de cebolla, aludiendo a uno de sus personajes, pica más a los ojos por debajo del vegetal. Porque, vestida de aventura, de situaciones alocadas y personajes curiosos, El pájaro carpintero guarda en su plumaje una moraleja sobre la libertad. Las pesadas cadenas, son las cadenas de la razón. Sólo la voluntad, el férreo convencimiento de que las obras ejecutadas son las obras correctas, te darán la fuerza necesaria, el impulso que necesitas para luchar. Lo sabe el capitán. Es la misma mano de Dios, la que acicala sus barbas. Es entonces que el hombre, deja la carne y el hueso, abandonando el cuerpo terreno para transformarse en un espectro fantasmal y legendario. Su nombre se oirá una y otra vez en la lejanía como el estallido de un rifle. De esta manera, no puede ser en vano el sacrificio. Porque el pájaro necesita vociferar y aletear hasta morir, para morir con honor. Cantar bajo los cielos cubiertos de nubarrones, a pesar de la barbarie. Es un hermoso país, a pesar del dolor. Pues, está plagado de esperanza, plagado de valor y de hombres con sueños que no dejarán de pelear.
Futura cineasta. Escritora aficionada. Me gusta la ciencia ficción, Lovecraft, Lars Von Trier y Blade Runner, los días de lluvia, dormir y leer.