Luego de protagonizar Avenue 5, para HBO, Hugh Laurie regresa a la pantalla con Roadkill, una breve serie de cuatro capítulos, en donde el carismático actor de la ya mítica House, interpreta al político británico Peter Laurence, un hombre cuya vida oscila entre los quehaceres gubernamentales y las trampas, turbias negociaciones y dineros conseguidos por cuestionados favores nada correctos para un respetado ministro, sea de donde sea. En esta ensalada de situaciones, su intimidad dista mucho de ser ideal, con una esposa, Helen (Saskia Revees, Wolf Hall) que vive en un limbo de conformidad, y dos hijas lejanas, Lily (Millie Brady, Teen Spirit) y Susan (Ophelia Lovibond, Elementary) cuyo afecto obtiene sólo a migajas. Este pulcro caballero se verá enfrentado a un juicio del cual deberá salir con la bandera de la impunidad entre las manos, teniendo el favor de una ciudadanía que cree en su integridad, pero que comenzará a dudar de sus valores en este tira y afloja de eventos. Aquí, entrará en escena la periodista Charmian Pepper (Sarah Greene, Dublin Murders) quien buscará alinearse con Rochelle Madeley (Pippa Bennett-Warner, Gangs of London) buscando pistas sobre turbios aspectos de la carrera del político. Este deberá zafarse del entuerto, para luego enfrentarse con la Primera Ministra del país, Dawn Ellison (Hellen Mc Crory, The Queen) quien lo pondrá a prueba tras asignarle un nuevo puesto, totalmente inesperado y que le obligará a modificar sus planes y proyectos.
La serie se toma su tiempo desde el capítulo uno, constando con un buen número de personajes que formarán parte de las subtramas, unas más relevantes que otras, conformando un rompecabezas de bordes un tanto romos, en donde las piezas necesitan una pausa para encajar. El primer giro importante de Roadkill, llegará desde los cuartos y rejas de una prisión estatal, lugar en donde se encuentra prisionera por fraude la joven Rose Dietl (Shalom Brune-Franklin). La reclusa, luego de conocer la identidad de su padre biológico, buscará la manera de contactarse con él, generando una serie de efectos y nuevos arcos que acabarán por estallar en una inteligente movida, hacia el final de la temporada.
Roadkill es una serie clásica en donde el estilo va de la mano con un guion elaborado, que se sustenta en la intriga y la exploración de los personajes en un acto coral, donde la virtud es como un arbusto pisoteado por la bota de la arrogancia. El poder y las ambiciones conforman un universo de verdades y mentiras, en donde se vive y respira en un permanente estado de vigilia, en una niebla que confunde y embriaga a la vez. En este ambiente, se balancean códigos e introspecciones, valores tambaleantes sobre la familia, el matrimonio y las relaciones con los hijos, uniones fraternales que se convierten muchas veces en instrumentos, o en meras formalidades en esta selva política que rodea al protagonista. Aquello es como un perfume que cautiva y descoloca en una misma probada. Un nido enmarañado de amantes, de convenientes delitos, de cobardes por elección, individualidades que contrastan con idealistas incomprendidos que no temen a la verdad, renunciando a la seguridad, el confort y el conformismo. Es una sopa multiforme de fecundos títeres y titiriteros, cada quien con una llave en la cerradura del guion.
Aquello no siempre resulta y puede resultar redundante. No aburrido, pero lento, como los pasos del perezoso. Falta carbón en la fogata y a veces las cenizas están prontas a extinguirse. Sin embargo, cuando logra picar en la vena correcta, consigue drenar interés, con deliciosa y brumosa melancolía.
La historia de Roadkill logra un retrato acertado de la alta clase política, con sus animales y pieles de oveja, yaciendo sobre lomos de viejos lobos al acecho. Cada uno de los invitados va por su propio trozo de pastel. Algunos por necesidad, falta de amor o de vitalidad. Otros, por mera competencia o compensación. Son caballos en la meta, que levantarán el polvo necesario para conseguir la diadema de flores en el podio. Es cínica e incorrecta. A ratos, da balidos en falso que desvían la atención, para regresar luego al corral, con brotes de genialidad. No es un thriller crispante. Ni un melodrama social. Está en el medio del camino. Con un fino humor negro, diálogos mordaces y una nube de soledad, brisa que sustenta una atmósfera otoñal de colores sobrios y distinguidos. Nunca es honesta a cabalidad. Llena de momentos reflexivos que siempre levantan sospecha, pondrá en jaque la honestidad que pretende exponer, siempre al borde de dudas, burdos engaños o trampas, situación que nos dejará entre dos aguas e interrogantes.
Peter, es un antihéroe limítrofe, que recibe balas y las dispara, admirado y cuestionado en su impecable traje oscuro, lleno de defectos, sobriedad a toda prueba, y presa de la ambición. No intenta salvarse ni salvar sus relaciones. Las acepta por lo que son: piezas necesarias que son parte de su motor, de su construcción personal y de su oficio. Con esta fachada, la serie nos plantea las imperfecciones de la moral, sin caer en dramatismos, siendo afilada como las puntas de una mesa fabricada para ser el centro de atención, en una reunión de altos mandos. Lo impropio y lo cuestionable, no se esparce con torpeza. Es meticuloso. Porque el juego está en aquello. Aprovecharse de la manipulación, el poder y las debilidades que todos arrastramos, no con obviedades cliché, sino con rostros seductores, promesas y sonrisas. No será un crisol de novedades narrativas. Es cierto. Sus recursos, son predecibles y reconocidos. Sin embargo, funciona. Basta un poco de paciencia para llegar al huerto de frutos, en donde te recompensan unas jugosas y sólidas actuaciones, de aquellas que no defraudan.
Roadkill no ganará el cielo ni la santificación, al igual que su protagonista. Sin embargo, deja abierta la brecha para la evolución de su ecosistema. Y si te lo tomas con calma, disfrutarás de esta figura que cojea de pronto, pero que sigue adelante con un bonito bastón. Creo que vale la pena otra buena taza de té acompañada de la cautivante personalidad del político. Esperemos que regrese, mucho más punzante y curtida, directo al populismo televisivo.
Futura cineasta. Escritora aficionada. Me gusta la ciencia ficción, Lovecraft, Lars Von Trier y Blade Runner, los días de lluvia, dormir y leer.