La quinta temporada de Juego de Tronos se cerró el pasado lunes con Mother’s Mercy (Misericordia), el décimo capítulo de la entrega que volvió a sacudir los cimientos de Internet, si es que existe tal cosa, y de la seriefilia. Los usuarios de las redes sociales han mostrado sus emociones al respecto de uno de los mejores capítulos de la serie, en la que más personajes principales murieron en una carnicería sin precedentes.
Todas estas muertes ya estaban en los libros de George R.R. Martin, concretamente en el último de la saga hasta el momento, Danza de Dragones. Este Mother’s Mercy pone a los lectores al mismo nivel que a los espectadores y a partir de ahora no hay spoilers que valgan, nadie sabe lo que va a pasar excepto el autor y los creadores de la serie D.B Weiss y David Benioff, que tendrán el gran reto de seguir ofreciendo un espectáculo de alta calidad pero sin un referente literario. Tampoco sabemos si las novelas serán fieles a la serie o tomarán un rumbo diferente, el mundo al revés. El caso es que las conjeturas sobre el futuro de varios protagonistas, que no queda del todo claro tras la finale, por fin pueden ser discutidas y/o consensuadas entre ambos bandos de seguidores de Juego de Tronos.
A partir de aquí empiezan los spoilers del décimo capítulo de la quinta temporada.
La temporada en términos generales es cierto que no ha estado al nivel de la cuarta, cuando la acción se dio en dosis más pequeñas pero con más continuidad a lo largo de los diez capítulos. Ésta quinta, sin embargo, ha tardado mucho en arrancar y algunas tramas de las que se podía haber sacado más jugo han quedado como historias residuales que, si bien ha servido para que algunos personajes sigan evolucionando, han detenido mucho el ritmo de la serie. Especialmente decepcionante ha sido lo acontecido en Dorne, el primer reino español de Juego de Tronos no ha lucido como esperábamos, aunque sí fue muy importante la brillante secuencia de la Plaza de Toros de Osuna. Tampoco ha brillado en exceso la trama de Arya encerrada en el templo de los sin rostro de Braavos y no ha brillado como nos tenía acostumbrados hasta el último episodio.
Todos los personajes se han ido dirigiendo lentamente hacia los tres últimos capítulos en los que ha estado centrada casi toda la acción. El octavo episodio, Hardhome (Casa Austera) es una obra maestra de la historia de la televisión, una hora en la que se consigue el perfecto equilibrio entre lo que son los dos Juegos de Tronos, el épico con Jon Nieve a la cabeza luchando junto a los salvajes contra los caminantes blancos en una secuencia de veinte minutos que nos dejan sin respiración, sobre todo dado el historial de impredictibilidad de la serie. Pero también la parte política, encabezada sobre todo por la casa Lannister y sus vicisitudes en la capital pero también en Meereen y su convulso clima social.
En efecto, empezar a juntar personajes nos da la sensación de que el final se está acercando. Primero Jon y Stannis han pasado mucho tiempo juntos en el Castillo Negro y han hecho mucha política aunque de nada les haya servido a ambos finalmente, aunque sus acciones sí tendrán consecuencias en el devenir de los acontecimientos. También esperadísimo era el encuentro entre dos de los personajes favoritos de la audiencia, Daenerys y Tyrion, que nos han regalado algunas grandes secuencias juntos, como aquel diálogo sobre política, aunque hayan durado poco juntos. Eso sí, verle gobernar Meereen junto a Gusano Gris, Missandei y, sobre todo, Lord Varys va a ser muy interesante debido al tenso clima imperante en la ciudad.
Pero Juego de Tronos es una serie de secuencias y algunas de esta temporada han sido historia de la televisión. El paseo de Cersei por las calles de Desembarco del Rey es tan brillante que deja esa sensación de estar siendo partícipe de un acontecimiento global, de algo histórico, en mi opinión equiparable a la escena del espejo de Taxi Driver o la del restaurante de El Padrino. La actuación de Lena Heady, que va cambiando el semblante a medida que avanza en su penitencia, sus planos subjetivos en los que la Fortaleza Roja cada vez se ve más lejos, el aumento de la tensión provocada sobre todo por la campanilla y el contínuo «shame» de la septa que la acompaña. Todo este despliegue junto con la sensación de que todo puede pasar convierten esta escena en una de las mejores de la serie.
Por supuesto, lo más importante de Juego de Tronos es que nadie está a salvo de la muerte, se llame como se llame. Si pensábamos que había personajes intocables como Daenerys, Tyrion o el propio Jon Nieve, estamos muy equivocados. Este es uno de los motivos que han elevado la obra de Martin al nivel de mítica y fue la excusa definitiva para que algunos como yo, que en un principio no me entusiasmaba, quedáramos casi obsesionados. Superar la muerte de un personaje como Jon no va a ser fácil, seguramente tendremos que echar mano de las famosas cinco fases de duelo y algunos encontrarán alivio en la medicación mientras dura la espera hasta la siguiente primavera.
El cine y las series de televisión son mi pasión, aunque la Edad de Oro de la pequeña pantalla me conquistó sobre todas las cosas. En Cultura Seriéfila analizo toda ficción que lo merezca con una dosis muy alta de opinión. También me podéis escuchar en el podcast de Cultura Seriéfila y eventualmente en La Jungla Radio.