Retomamos la actividad de la web, desactualizada desde el año pasado por falta de tiempo (mea culpa), para comentar uno de los asuntos más controvertidos de los últimos años en lo que a plataformas de streaming se refiere. El fin de las cuentas compartidas de Netflix ya es un hecho y las consecuencias de dicha decisión todavía no las sabemos. En este artículo voy a tratar de desgranar algunas de las claves detrás de esta decisión y de paso aventurarme un poco en lo que puede ser el futuro de la compañía.
Es difícil que si estás leyendo este artículo no sepas lo que ha ocurrido en torno a las cuentas compartidas de Netflix. De todas formas, por dar un poco de contexto vamos a contar brevemente la decisión de la plataforma. Fue a principios de febrero de 2023 cuando el gigante rojo anunció el fin de las cuentas compartidas, algo técnicamente prohibido por todos los servicios de streaming pero permitido de facto por todos. Casi ninguna ha alentado a sus usuarios a seguir esta práctica, pero desde las cuentas de Twitter de Netflix se animaba a ello a suscriptores que no tenían dinero para pagar la mensualidad, e incluso lo tomaban como ejemplo de demostración de amor y amistad.
¿Por qué Netflix ha sido la primera?
Solo hay un motivo para explicar la controvertida decisión, y no es otra que la económica, obviamente. Pero ganar más dinero es una explicación que se queda en la superficie y no profundiza en los porqués. El modelo de negocio de Netflix es el streaming y solo el streaming, no gana dinero de otra forma, a diferencia de sus competidoras. Por poner dos ejemplos, Apple vende teléfonos, ordenadores y tablets, y su plataforma Apple TV+ es un valor añadido a su negocio. Seguro que pierden dinero, pero pueden mantenerlo gracias a sus diferentes fuentes de ingresos. Al igual que Disney tiene el merchandising, los parques de atracciones, cruceros y mil cosas más. De hecho, Disney+ pierde muchísimo dinero y se espera que sea así al menos hasta 2024.
Otro de los motivos es la crisis actual de las empresas tecnológicas, provocada por el fin de la pandemia y los confinamientos que tuvieron en casa de forma obligatoria y sin otra cosa que hacer que sentarse a ver series o películas. La pérdida de suscriptores derivada de que volvamos a salir a la calle era obvia y esperada, pero el mercado no opina lo mismo, muy listo él para algunas cosas pero muy torpe para prever una caída semejante. Lo sabían, claro, pero no es problema de los inversores, hay que ganar más dinero que en 2020 y 2021, da igual las circunstancias, aquellos beneficios exagerados son cosas del pasado. Si hay que subir los precios, se suben, si hay que eliminar las cuentas compartidas, se hace, y si hay que cancelar series que gustan a los que pagan, se cancelan. David Simon dijo una vez: «que se joda el espectador medio», él lo dijo, Netflix lo llevó a cabo.
Dicha cascada de decisiones, a cuál más lesiva para los intereses de los que pagan la fiesta, ha provocado un enfado generalizado en redes sociales más que en las calles. Los pantallazos de los correo de confirmación de bajas son la consecuencia directa de la decisión de la plataforma. Son llamativos, sí, pero no nos engañemos. ¿Hasta qué punto afectará a los números el «éxodo masivo de suscriptores»? A nivel económico dudo que se resientan las cifras por mucha caída que hayan sufrido sus acciones, ya subirán. Y además solo ha sido implementado en cuatro países.
El enfado de los suscriptores
Parte del enfado de muchos de los suscriptores de Netflix, entre los que me incluyo, y compartido además, no son solo las subidas constantes de precios, o esta decisión de acabar con las cuentas compartidas, sino la bajada drástica de la calidad en las producciones de la plataforma. Abocada a auto producir contenido después de que todas las productoras importantes fundaran sus propias plataformas, Netflix siguió produciendo productos importantes más allá de House of Cards y Orange Is The New Black. Poco a poco se fue dando cuenta de que las producciones locales estaban dando unos resultados muy buenos, tanto a nivel de cada país como a nivel global. Habían dado en la clave: producir contenido local con vocación de volverse universal, así como explorar diversos nichos que eran público objetivo de la plataforma. El resultado a toro pasado es obvio, un fracaso a nivel creativo y artístico aunque no tanto a nivel de resultados económicos.
No se puede producir en base a lo que diga el Dios algoritmo, y claro, la consecuencia directa de eso son series calcadas las unas a las otras, estrenos masivos enfocados casi todos al público young adult que tanto les gusta y proliferación de telenovelas y realities. Solo le faltaba la publicidad para ser Telecinco, y todos le sujetamos el cubata. Efectivamente, Netflix se ha convertido en una cadena en abierto que busca contenido para todos los públicos, y cuando éste no cuadra según sus estrictos criterios numéricos los cancela sin que le tiemble el pulso. De ahí a las lamentables súplicas de actores y creadores para que viéramos sus productos para que no fueran cancelados, incluso Neil Gaiman (creador de The Sandman), ¡habrase visto!. Ver para creer, justo de lo que huimos los seriéfilos hardcore en su día: las series vacías de las cadenas en abierto y las cancelaciones que se daban en éstas.
Pero, y es un pero muy gordo, Netflix llegó la primera a la fiesta, la organizó y nos invitó a ella. Dicho de otra forma, nos creó una necesidad de la que muchos no pueden salir. Los motivos son muy diversos, desde el masoquismo hasta la demanda de sus hijos adolescentes, pasando por los amantes de los realities y las amantes de las telenovelas. El usuario medio, el que no sabe ni siquiera que existe HBO Max, seguirá fiel a Netflix, es la única que paga y tampoco le va a suponer un exceso en sus cuentas mensuales. Para otros, la cantidad aportada es una auténtica millonada para lo que la plataforma le da a cambio, siendo la más cara de todas y la que peor contenido ofrece, ambas con diferencia, además. Por si no teníamos suficiente, Netflix es la única plataforma que te hace pagar más si quieres ver en resolución 4K, que tiene un plan básico mediante el cuál ni siquiera puedes ver el contenido en Full HD y que hay que pagar por su suscripción con publicidad, que según los estándares americanos (en cuanto a la competencia), debería ser gratis.
Parecen razones suficientes para que una persona que más o menos controla lo que ofrece el mercado del streaming cancele su suscripción. Todas ellas me parecen clamorosas, pero hablando en primera persona, el bajón de calidad en el contenido me parece clave porque la decisión de acabar con las cuentas compartidas se puede comprender con criterios económicos, incluso las diferentes modalidades de suscripción. Pero dichos criterios no pueden comprometer el contenido, porque ninguna de estas decisiones a corto plazo puede influir la percepción de la mayoría de suscriptores, pero un empeoramiento de la imagen de marca puede resultar fatal a medio o largo plazo.
Si quieres conocer nuestra opinión sobre el fin de las cuentas compartidas de Netflix en formato audio, te invito a escuchar este episodio de nuestro podcast:
El cine y las series de televisión son mi pasión, aunque la Edad de Oro de la pequeña pantalla me conquistó sobre todas las cosas. En Cultura Seriéfila analizo toda ficción que lo merezca con una dosis muy alta de opinión. También me podéis escuchar en el podcast de Cultura Seriéfila y eventualmente en La Jungla Radio.