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La revolución sexual de Masters of Sex

Tercera temporada de Masters of Sex Showtime

Cuando Masters of Sex se estrenó nadie dudó de que fue uno de los mejores estrenos del año 2012 y acto seguido se convirtió en la serie señalada como sucesora de Mad Men. Ya pudimos ver que no era exactamente lo mismo y cuyo único punto común era profundizar en la sociedad de la misma época y, además, su segunda temporada no pudo sostenerse al nivel de la primera, por lo que cayó casi en el olvido seriéfilo. Su tercera entrega, en cambio, ha vuelto a ser brillante, recuperando su crédito y muchas cosas más que había perdido.

Uno de los principales problemas de la segunda temporada de Masters of Sex fue el excesivo protagonismo que adquirieron los traumas infantiles de Bill, que impidieron en gran parte que la historia avanzara con más soltura a pesar del gran trabajo de Michael Sheen. Fue Lizzy Caplan y su Virginia Johnson las que consiguieron mantener el tipo de la serie. Las tramas secundarias, muchas de ellas superfluas del todo, también hicieron que perdiéramos mucho el interés.

Tercera temporada de Masters of Sex

Cuando la relación entre Bill y Virginia se explota en todas sus aristas es cuando Masters of Sex funciona y parece que sus guionistas han tomado buena nota de ello. La más interesante es la sociedad profesional entre ellos, la clínica, el estudio y sus vicisitudes ante una sociedad poco acostumbrada a hablar abiertamente sobre el sexo. Esta temporada hemos tenido muchas y variadas tramas interesantísimas: el lanzamiento de su libro, la conciliación del trabajo y su embarazo, la búsqueda de inversores, los problemas con la iglesia radical y la resolución de varios casos clínicos que les hacían avanzar en su estudio. Sin embargo, después tenemos su trama amorosa, la cual provoca que de vez en cuando Masters of Sex haga peligrosas incursiones culebronescas, sobre todo a medida que nos acercamos al final de temporada. Por muy bien escrito, fotografía e interpretado que esté, no es propio de una serie de su calidad. Sin lugar a dudas, ésta y otras tramas amorosas son su principal punto débil.

Decíamos que las tramas secundarias habían sido muy flojas en la segunda temporada, sin embargo en este curso han sido de lo mejor sin lugar a dudas, apoyadas por unos secundarios que han tenido muchísimo peso en todas las tramas. Las más destacadas han sido las de Josh Charles, un empresario que busca el perfume de la atracción sexual para comercializarlo, y también la de Emily Kinney, que desencadena todo lo que pasa en la season finale. Y, por supuesto, el regreso del matrimonio Scully, con tramas por separado o juntos para Beau Bridges y Alison Janney, a los que echamos mucho de menos el año pasado, ha sido todo un regalo. También han sido muy importantes tras la elipsis temporal los hijos de Bill y Virginia, que han crecido y han sido fuentes de conflicto antes inexplorados, a los que han llevado al límite. Hay que mencionar a la maravillosa Caitlin Fitzgerald pues su Libby Masters define a la perfección la época constituyendo uno de los personajes más complejos de la serie.

Tesas ha sido una de las grandes sorpresas de la temporada de Masters of Sex

Masters of Sex no se olvida de lidiar con los problemas propios de la época. En esta temporada, la homosexualidad ha cobrado especial importancia junto a otros que, aunque de soslayo, consiguen cierta visibilidad como la Guerra de Vietnam, el puritanismo y un acercamiento a la sexualidad desde el punto de vista de los adolescentes y niños. Aún así, creo que no es suficiente y sería mucho más relevante si los incorporara con más fuerza a sus tramas.

Mi veredicto es que la tercera temporada de Masters of Sex cumple con nota, tanto que nos ha dejado con ganas de saber cómo se va a resolver la trama ante este nuevo escenario que se plantea y, claro está, hace olvidar la tremenda disfunción que sufrió el año pasado.

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