Tras la emisión del primer episodio de El Caso: Crónica de Sucesos (cuya crítica puedes leer aquí), La 1 me sorprendió con la segunda reposición de Desaparecida, un drama que quería ver desde hace mucho tiempo. La miniserie creada por Ramón Campos y compañía, lo que en el futuro sería la exitosa Producciones Bambú, marca un poco la línea entre lo que era la ficción española de la década anterior y en lo que se ha convertido en los últimos años y, aunque se pueda decir que es un verso suelto podemos hacerla responsable de mucho de lo que está pasando ahora en nuestra televisión. Si no has visto la serie no sigas leyendo pues hay varios spoilers.
Las historias de desapariciones, aunque son atractivas en sí, suelen caer en tópicos y errores bastante frecuentes, en Desaparecida hay mucho de lo primero pero ni rastro de lo segundo. En efecto, se repiten pautas que hemos visto en series (americanas y españolas) pero en este caso la mayoría están justificadas. Como siempre digo, lo importante no es lo que se cuenta sino cómo se cuenta. La serie de Televisión Española decide contarnos todo el proceso de la desaparición de Patricia Marcos: aviso a la policía, búsqueda, pistas falsas, hallazgo del cuerpo y captura del culpable, dando especial protagonismo a la familia por encima de los policías, como ocurre en otros productos. Mientras, por ejemplo, Twin Peaks decide construir el personaje de Laura Palmer a través de la investigación, Desaparecida ya nos da una imagen previa que nos da nociones de cómo era aunque después se apoyen en flashbacks muy acertados.
Decíamos que la familia es la que soporta todo el peso dramático de la serie. Los padres de Patricia son Alfredo, interpretado por Carlos Hipólito y su habitual maestría en un personaje que recuerda muchísimo al que compone en Vis a Vis (salvando las distancias), y Lola, con una Luisa Martín excelsa demostrando la inmensa actriz que es con un sufrimiento desgarrador y tan real que estremeció a la audiencia. El dibujo de ambos personajes, y de los hermanos también, es totalmente acertado y muy aproximado a la realidad. Su psicología y sus acciones son totalmente coherentes a lo largo de los trece episodios de Desaparecida sin que tengan ninguna fisura, un hecho que aunque parezca normal, no se da con demasiada frecuencia en la ficción española, por desgracia. El trabajo en este apartado es sensacional.
La investigación policial también tiene una cuota de protagonismo muy alta. Aunque en el primer instante la tendencia del espectador es ver a la Guardia Civil como burócratas que no hacen lo suficiente, una visión construida desde el punto de vista de la familia, con el paso de los capítulos vamos descubriendo a dos personajes que se van comiendo la serie poco a poco, el Teniente Bruno Sierra y la Sargento Laura Andrún, que llevan el peso de la búsqueda de Patricia primero, y de su asesino, después. El carisma de Miguel Ángel Solá y su química con Esther Ortega, una tensión sexual no resuelta, les valió protagonizar un merecido spin-off, UCO, que fue cancelado por no obtener el resultado esperado. Tanto la investigación como los personajes estaban muy bien apuntalados, los detalles eran importantes y nunca se dejaba lugar al azar, a la trampa. Aunque el final fue enrevesado y los giros acabaron por marearnos un poco, la serie siempre fue coherente con la trama, por lo que el resultado fue más que satisfactorio.
Desaparecida marcó las líneas maestras de lo que sería otra ficción exitosa de Bambú, en esta ocasión en Antena 3, Bajo Sospecha, que podríamos definir como su continuación añadiendo la infiltración de los policías, aunque no contó con el rigor de su predecesora y sí con algunas trampas en la resolución de sus casos. La miniserie de TVE es a día de hoy un ejemplo de cómo crear una historia coherente con personajes complejos, una realización de lujo y una ambientación basada en lugares comunes que podrían convertir a nuestro propio pueblo en el escenario de tal tragedia, lo que consigue un vínculo inigualable con el espectador. Desaparecida se mantuvo con una media de 3.5 millones de espectadores, una cifra aceptable teniendo en cuenta que hoy la audiencia está más fragmentada y la televisión pública estaba en un mejor momento que en la actualidad. Sin embargo, la historia de la desaparición y asesinato de Patricia Marcos sigue estremeciéndonos en nuestra memoria.

El cine y las series de televisión son mi pasión, aunque la Edad de Oro de la pequeña pantalla me conquistó sobre todas las cosas. En Cultura Seriéfila analizo toda ficción que lo merezca con una dosis muy alta de opinión. También me podéis escuchar en el podcast de Cultura Seriéfila y eventualmente en La Jungla Radio.
Es una serie estupenda en la que no sale ni una sola escena de sexo. ¡qué pena que no hagan más series así!