En este artículo hay spoilers, cuidado con lo que lees.
Sin duda, esta ha sido la semana de Stranger Things. La serie de Netflix ha vuelto a arrasar en todos los campos: conversaciones entre amigos, redes sociales, artículos en blogs, podcasts y suponemos que también en audiencias, que la plataforma se guarda para sí misma hasta que quiera. La gallina de los huevos de oro ha regresado con fuerza, más si cabe que con la que debutó el año pasado. Por cierto, ya está renovada para una tercera y cuarta temporada, así que queda serie para rato.
La segunda temporada de Stranger Things nos sitúa un año después de los acontecimientos de la primera, cuando Eleven derrotó al monstruo y desapareció. La vuelta a la normalidad ha costado para los chavales, sobre todo para Will, que tiene ataques en los que ve Del Revés de vez en cuando y Mike, que no pierde la esperanza de contactar con ella. Mientras, en Hawkins está ocurriendo algo que provoca la vuelta del mal al pueblo. También ha traído novedades que han aportado mucho a la temporada. La incorporación de Bob (Sean Astin), que hace de novio de Joyce Byers, Billy (Dacre Montgomery) y su hermana Max (Sadie Sink), que aportan frescura a las tramas adolescentes e infantiles y el Dr. Owens (Paul Reiser), una cara amigable que deja de ser un obstáculo para que los protagonistas se muevan por las instalaciones con total libertad.
El juego de las referencias continúa
Empezando por Sean Astin, que junto con Winona Ryder, son una referencia por sí misma por sus participaciones en las películas de aventuras juveniles de los 80. También Paul Reiser, que participó en la saga de Alien, otra de las claros guiños de la segunda temporada de Stranger Things. Los Cazafantasmas y Mad Max son invocadas directamente con los disfraces de Halloween en el caso de la primera y con el apodo de Max y los atracadores punkies del cold opening del primer episodio la segunda. Incluso me ha parecido ver algo parecido a Aventuras en la Gran Ciudad en el viaje de Eleven a Chicago. La posesión de Will recuerda al El Exorcista, siguen las menciones a La Guerra de las Galaxias, E.T, Encuentros en la tercera fase o Los Goonies, como en la pasada temporada.
Una fórmula perfecta
Me imagino a los hermanos Duffer frente a una pizarra gigante llena de raíces cuadradas, derivadas, integrales y demás, para intentar dar con la fórmula del entretenimiento perfecto, que lo equilibre con la nostalgia y que a la vez se nutra de mil referencias para crear algo que, a pesar de no ser nuevo, actualiza todo lo anterior. Y lo consiguen a pesar de que todo estaba a priori contado en la primera temporada, que su final podría haber servido como cerrado. Lo hacen agregando personajes nuevos que congenian a la perfección con los antiguos, dando más protagonismo a secundarios como el sheriff Hopper o Steve, que se sale en estos nueve episodios. Y lo más importante, lo hacen restando protagonismo a la gran protagonista, Eleven, que no ha interactuado con sus amigos hasta prácticamente el último capítulo, pero sin que su trama perdiera nada de interés.
En su segunda temporada, Stranger Things sigue en su línea en cuanto a la estética, muy parecida a aquellas películas de los 80, aunque esta vez quizás se abuse de los colores azul y rojo, como ya anticipaba el cartel promocional. Sí me gustaría destacar el uso de la música, con mayor número de temas musicales de grupos de la época, explorando la electrónica, el glam rock, el heavy e incluso las canciones más comerciales que han quedado en la memoria de todos.
No hay duda de que Stranger Things es un producto redondo, milimétricamente pensado para entretener al 100%, sin reservas, por lo que funciona perfectamente. Se le pueden buscar defectos, que los tiene pero nadie puede decir que no es una buenísima serie. Hay dos formas de entrar en la historia: una creando una obra de arte, única, novedosa y estéticamente rompedora; o creando un producto tan entretenido que lo vea tanta gente como para que consiga ser un icono de una época. Strangers Things no será tan única como para hacer historia en la televisión pero sí proclive a quedarse en el imaginario colectivo como hicieron todos sus referentes, precisamente.
El cine y las series de televisión son mi pasión, aunque la Edad de Oro de la pequeña pantalla me conquistó sobre todas las cosas. En Cultura Seriéfila analizo toda ficción que lo merezca con una dosis muy alta de opinión. También me podéis escuchar en el podcast de Cultura Seriéfila y eventualmente en La Jungla Radio.